Cuando el FÚTBOL gana la Liga o de cómo el victimismo perdió la partida

Lejos queda aquel último fin de semana de agosto en el que a los cuatro minutos de juego Messi lograba el primer gol de la temporada en El Sardinero. Treinta y cinco partidos después de ese, ayer, en el Ciutat de Valencia, ante el otro conjunto azulgrana de la Liga, el 'Pep Team' se proclamaba otra vez campeón de Liga. Y van tres y, además, consecutivas. Sólo Guardiola, sus colaboradores y el vestuario saben del valor de esta tercera Liga, lograda salvando muchos obstáculos y apretando los dientes ante el acoso de Mourinho, el fichaje estrella de Florentino que debía poner fin a la hegemonía culé. Como se ve, no lo ha conseguido. Otro fracaso más para el club blanco.

El mérito del Barcelona ha sido el de superarse ante la adversidad, pero también el de innovar sobre su irrenunciable filosofía. Entraron Villa, Adriano, Mascherano y en invierno Afellay y se despidieron Touré, Chygrynsky, Henry, Márquez e Ibra. Este Barça ha sido superior en juego al del 2010 y al del 2009: ha perfeccionado el arte de la posesión, ha mejorado en estrategia y tiene una solidez defensiva inigualable. Valdés ha encajado 16 goles en 31 partidos y va para su cuarto Zamora. Este Barça de Pep es un equipo hegemónico en el plano doméstico e internacional, al que todavía no se le ven los límites. Quedó retratado ante el Hércules (ayer descendido) y a partir de ahí puso la directa y rompió todos los registros sumando 31 jornadas de imbatibilidad (Michels con 26 tenía el record), logrando 16 victorias seguidas (fin al reinado del equipo de Di Stéfano 60-61) y 10 lejos del Camp Nou.

El 5-0 del Camp Nou marcó toda la competición. Ahí acabó el liderato efímero del Madrid y la falta de autocrítica lanzó a Mourinho a encerrarse en sus métodos más ultraconservadores. El Madrid se empezó a radicalizar. El Capitán Mou, secundado en la sombra blanca por el Alto Mando Florentiniano, tomó el mando de la 'operación acoso y derribo'. Desde el vestuario del Barça se tomó nota de las insinuaciones a Villa, del menosprecio a los técnicos, a las ciudades, a los jugadores (incluso a los propios madridistas), se tomó nota de las listas de agravios arbitrales, de las mentiras sobre el calendario y de todas las excusas que enarboló Mou para sacar una mínima ventaja. Mientras Guardiola hablaba de fútbol y de retener cualquier atisbo de euforia, Mourinho agrandaba su victimismo y arrastraba al club merengue hacia una paranoia victimista de consecuencias aún desconocidas.

La campaña anticulé no habría tenido el bombo deseado si no hubiera estado sustentada por los siervos mediáticos de Florentino (la Central Lechera), principalmente el Boletín Oficial del Madridismo (¡¡¡BOM!!! también conocido como 'Marca') y el 'as' de la manipulación fotográfica. Punto y Pelota, que diga, punto y seguido. La graves insidias de dopaje aireadas por la COPE, en un grave error de Juan Antonio Alcalá (que, sin embargo, el cronista pìensa que no justifica la demanda culé por las solicitudes de disculpa posteriores y el ofrecimiento de micófonos), retrataron a un Madrid que después de eso, por si alguien aún lo dudaba, dejaba claro que su histórico señorío caía hecho añicos, aniquilado por el tándem Flo-Mou, lo peor que le ha podido pasar al club capitalino en los últimos tiempos, peor aún que el período en el que reinó el 'Pinocho de Conchaespina'.

Los cuatro clásicos, con tres competiciones en juego, fueron el examen definitivo a la fortaleza mental y física del Barça que se midió al Madrid con su filosofía de siempre. El resultado fue un Barça superior en juego frente a un Madrid acobardado que volvió a demostrar que su competición no era la del fútbol sino la de la provocación en las ruedas de prensa. Pep coronó ahí a Mourinho con la Champions. Al final los blancos han conseguido un triplete: Copa del Rey, Pichichi de CR7 y la Champions del despropósito. El Barça, mientras, celebra la Liga. ¡¡Felicidades!!