La verdad de la Liga.

La verdad de la Liga es la de un campeón incontestable, sostenido por unos números que ahogan cualquier teoría conspirativa, y eso es algo que no puede olvidar Guardiola, que ha perdido el equilibrio de la forma más innecesaria y en el momento más inoportuno. La verdad de la Liga son 115 goles y 94 puntos a falta de dos jornadas, un récord y otro a alcance si este Madrid impío lo es hasta el final. La verdad de la Liga es la de un equipo que ha pasado como Atila por los fortines del torneo, Mestalla, Calderón, Reyno de Navarra, Sánchez Pizjuán, San Mamés y hasta el Camp Nou, el lugar donde, además de ser campeón, se sintió finalmente como tal.

A través de su entrenador, el Barcelona se queja de algunas decisiones que le perjudicaron en determinados momentos de la temporada, pero la superioridad del Madrid, expresada en la diferencia de puntos, desvela la realidad de que nunca lo tuvo realmente a tiro desde que el equipo de Mourinho tomó la cabeza del torneo. Cuando pudo situarse a un punto, jugar con la ansiedad de su adversario, padeció su poder, porque el Madrid al que se enfrentaba era un Madrid distinto al de temporadas precedentes. El choque demostró que tampoco el Barça era el de cursos anteriores, al menos en el tramo decisivo de la temporada, al menos ante el Madrid.

En el campo, más allá de los números, hay elementos que hablan del progreso colectivo del campeón. La nueva posición de Sergio Ramos, como central, ha dado mayor jerarquía a la defensa, mientras que el despegue definitivo de Benzema, titular por delante de Higuaín, ha ofrecido a su ataque una versatilidad de la que carecía en el primer año. Marcelo, a pesar de ser la segunda opción en los partidos de quilates, ha mantenido su progresión y ofrecido enormes alternativas en ataque. Cristiano ha sido, asimismo, más participativo sin que ello haya disminuido su porcentaje goleador. Todo lo contrario. Ya ha batido su propio récord, con 44 goles, a dos de Messi, en pugna hasta el final.

Directo, físico y goleador, el Madrid afina su definición, aunque en alguna ocasión hacerlo de forma extrema le haya conducido a desconectarse de partidos que se disputaban lejos de las áreas, donde impera como nadie. Quizás el ejemplo más claro sea frente al Bayern. Sahin llegó con la intención de dar aire a Xabi Alonso y mezclar más el juego, pero no ha aparecido prácticamente, lo que ha concedido minutos a Granero. Kaká, intermitente, no es ese tipo de futbolista y Callejón es un jugador de la plantilla, poco más. En esa dirección hay un camino que explorar para ofrecer alternativas al equipo, porque su naturaleza es innegociable para Mourinho. Esta Liga, además, la avala.

Hablar de nuevo ciclo es legítimo, pero, en mi opinión, prematuro. Más que perder posición el Barcelona, en una temporada en la que ha conquistado el Mundialito, además de las Supercopas, y disputa la final de Copa, diría que ha sido el Madrid el que se ha puesto a su altura, en paridad. Empieza, pues, un nuevo tiempo, sin Guardiola, la némesis de Mou. Eso va a restar erótica al pulso, seguro. Lo ha hecho, y ésa es la peor parte, con claves retomadas de los paoeres pasajes, como reflejan el victimismo del entrenador saliente, el desafío al entorno del técnico campeón, con entrevistas a la carta en el autocar del Madrid, y el corte de mangas del futbolista que pone apellido al título. La Liga se lo da todo a los dos grandes a costa de los demás, para gozo de madridistas y azulgrana, y de esa forma configura el torneo más desequilibrado entre los torneos profesionales. Ésa es otra de las verdades. Como privilegiados, que la ganen o la pierdan, pero al menos, que no la ensucien.